Por Horacio Cárdenas Zardoni.-
El Demócrata / Reporte Laguna
Saltillo, Coahuila, tienen una historia negrísima en lo que al derecho y al desempeño notarial se refiere.
En cuanto a eso, lo que ocurre por estas tierras asoladas no es muy diferente de lo que sucede por todo México, en que el poder notarial es más un instrumento del poder político y del poder económico para expandirse exponencialmente, ¿hasta dónde? hasta donde sea legal, ilegal, antiético, o inmoralmente posible, que una herramienta jurídica al servicio de los ciudadanos.
Perdón, nos fuimos con la finta, no existe como tal un poder notarial, lo que hay es una licencia que otorga el gobierno para dar fé de que tal o cuál cosa es cierta. Lo que pasa es que, en su aspiración de pertenecer o afianzarse como parte del poder político y económico, se han inventado que a su vez tienen algo que los hace poderosos.
Y ponga que sí lo sean, porque el dar fe, sobre todo de lo que no existe, tiene su precio.

Coahuila tiene su larga tradición de notarios truculentos, de los que no dan fe pero la inventan. Baste referirnos a uno que hasta escuela ha hecho, a cambio de lo cual, la sociedad saltillense lo premió con uno de sus apodos más precisos y puntuales, uno que lo describe de puerco entero, ¿imagínese nomás lo que espera y a lo que va un ciudadano que acude con un notario al que apodan acertadamente El Centavo?, seguro que va a qué le arregle un asunto que no está en total regla, pero que a cambios de «arreglárselo» le cobrará una buena cantidad de dinero.
Lo de Centavo no es porque se conforme con poco, ni porque por su «trabajo» haga obras de caridad, es más bien extensión de aquella expresión también tan saltillera de que fulano es centavero, dando a entender que le gusta mucho el dinero y está dispuesto a lo que sea por obtenerlo, inclusive arranarse con la chamba con tal de cobrar más, especialidad notarial.
A principios de este año se reveló un escándalo que sería mayúsculo en cualquier otro país, pero no en México, donde campea la impunidad, ha llegado a extremos increíbles y no pase nada. Ocurrió en Matamoros Coahuila, donde un notario, otro notario, un notario más, encontró una veta nueva para hacerse de dinero ¿cuánto? no nos toca a nosotros cuantificarlo, pero si señalar que es de esos negocios truculentos que afrentan a los pobres y atentan contra el gobierno, el de la regularización de vehículos con introducción o permanencia ilegal en el país, mejor conocidos como chocolates.
Matamoros tiene lo suyo, pero de lo que menos tiene es una economía boyante como para dar trabajo y negocio a los pocos o muchos notarios que haya en el pueblo, pero como lo que no les falta ingenio, pues para pronto uno halló la manera de hacerse de unos pesos extra falsificando la documentación necesaria para realizar un trámite, que como todos los ideados por la burocracia, es engorroso, desagradable, tardado y da pie a la corrupción.
Lo que es la desfachatez, prácticamente al que está robándole el notario es al gobierno federal, no cualquiera se avienta a eso, a menos que sepa cosas de muy adentro, tanto como para jugársela sin red de protección. la gente que hace el trámite, feliz con su carrito de peltre, signo de estar en un deshuesadero, y el notario cosechando billetes.
Y la cereza del pastel, el notario Jesús María Farias Sierra, que se ha convertido en el favorito de quienes quieren hacer las cosas chuecas en Parras de la Fuente.
Si se fija, primero mencionamos a Saltillo, capital de Coahuila, ciudad importante y con pretensiones de más, donde operaba El Centavo, luego hablamos de Matamoros, pueblo sin ley como hay varios en el norte, y al final Parras, donde el concepto de pueblo mágico se extiende hasta los negocios, que bajo está luz, se harían entre gente de bien, que quiere un beneficio mutuo.

Nada de eso. El lic. Farías es de esos típicos fedatarios que no tienen llenadera, que se juntan con políticos o funcionarios, incluso con particulares, para hacer negocios donde no los hay, a saber, a prestarse a actuar como notario en condiciones y situaciones en las que su actuación debería ser la estrictamente contraria, es decir, certificar que el negocio que le ponen enfrente es improcedente, cuando no ilegal, porque el que dice ser el dueño del predio, no lo es en realidad, pero no.
Aquí la cosa es que… viendo lo que hay, sabiendo lo que se sabe, existiendo denuncias públicas y judiciales, no pase nada.
Lo lógico sería que al enterarse de las raterías de un notario, la gente dejara de acudir a él para realizar un trámite, lo correcto sería que la autoridad tomara cartas en el asunto, suspendiera al notario, lo investigará de oficio por dañar a la profesión y burlarse de quien le concedió el Fiat que no es otro que el gobierno de Coahuila, y no.
Allí los ve tan campantes, de aquí para allá, al principio les duele que su buen nombre ya no exista, pero se acostumbran más que pronto, pues a lo que vemos, a la gente lo que le encanta es el negocio, la ley… para nada.